lunes, 4 de abril de 2011

JOSÉ ZÚÑIGA (1949-2011)


Esta es una entrada que no tenía previsto escribir y que nunca quisiera haber escrito: se me ha muerto un amigo, José Luis Zuñiga. Se nos ha muerto un poeta.

La verdad es que no sé qué decir porque me acabo de enterar... Me he conectado a internet hace un rato y estoy leyendo como otros amigos y amigas se hacen eco de la mala noticia... No termino de creérmelo porque hace bien poco hablé con él para comprarle su último libro -recién editado-:

- Bueno Zuñi, pues quedamos, nos tomamos algo y me lo pasas en mano, lo prefiero así, así nos vemos -le dije.
- Me parece muy bien
- Además me gustaría que vinieras a Fuenlabrada a presentarlo
- Claro...

Ya no será posible... Sé que Zuñi ha muerto y se me agolpan los recuerdos... El primero que me viene a la cabeza es cuando recité con él hace un año más o menos... La foto es de entonces. Estamos en Los Diablos Azules: él lee y yo le observo admirado...

Ahora mismo no sé qué decir que no sea un tópico: que le voy a echar de menos, que hay cosas que me hubiera gustado decirle y que ya no podré, que era uno de los mejores poetas (y mejores recitadores, ¡ojo!) que he conocido, que descanse en paz... Sí, que lo mejor será eso, que descanse en paz... Y que le queremos... Y como no sé qué más decir le cedo a él la palabra...

Este poema fue uno de los que leyó aquella noche en los Diablos Azules:

EL PATIO DEL COLEGIO

Era todo muy triste, eso lo supe luego.
Íbamos al colegio con aquellos
pantalones tan cortos y una prenda algo extraña
que se ataba con una goma elástica.
Bailábamos peonzas, jugábamos al clavo,
a carreras de chapas
que entonces cotizaban tanto o más
que un cincuentín de oro,
a veces al pañuelo, siempre al futbol
con balones de trapo. Llovía sin parar,
una lluvia tenaz, liviana, torpe,
que empapaba la ropa, los chalecos de lana
que mi madre tejía.

Todo era triste entonces, pero yo lo ignoraba,
yo era un niño feliz a pesar de los curas.
Era normal que cada invierno dieran
la vuelta a los abrigos, y cada primavera
una modista gorda, muy risueña
y con muslos morbosos, cambiara a las camisas
los cuellos desgastados. Y odiábamos la copla,
y eso que no era fácil odiar en aquel tiempo:
el odio era pecado y, aunque tampoco eso lo sabía,
te podía costar serios disgustos
y algún año de cárcel.

Todo era triste, pero yo me alegraba
los días de mi santo, cuando me regalaban
un libro de Salgari o de Guillermo Brown,
cuando se iban los plomos y buscábamos velas.
Me alegraba con cualquier tontería,
y aún recuerdo que me reía mucho,
sin ton ni son a veces.

Todo era triste, eso lo supe luego.
Todo era triste entonces y sigue siendo triste,
lo malo es que ahora sé lo que antes no sabía
y siento un malestar tripas adentro
cuando pienso los tiempos felices de mi infancia.

No puedo ser feliz. No quiero
haber sido feliz. Sigue lloviendo
y ahora el agua me cala hasta los huesos.
No tengo en la cabeza más que muertes
de efectos especiales. Muchas veces
me despierto en la noche envuelto en nieblas
de traición o de olvido. Me tomo dos pastillas
y consigo dormir, mañana vuelvo
al patio del colegio, allí están todos.

José Luis Zuñiga

5 comentarios:

  1. Un gran poema en toda la extensión de la palabra. Descansa en paz.

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  2. Me quedo sin saber qué decir Antonio... pero con una pena muy grande.

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  3. Te acercaste a los diablos pesar de que los martes no te viene nada bien (Vi la transmisión en internet).

    Un saludo.

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