lunes, 6 de julio de 2015

MÉNDEZ ÁLVARO

Méndez Álvaro nació -podemos decir- con un sueño que le obsesionó desde la niñez: montar una estación de autobuses en el sur de la ciudad de Madrid.

Sin embargo, no todo fue tan sencillo, no, ni por un segundo: su familia no lo apoyó, sus amigos no creyeron en él o lo tomaron por loco, sus vecinos le despreciaban... Por aquel entonces -reíos si queréis- nadie creía que una estación de autobuses en el sur de Madrid fuera una buena idea.

Pero Méndez álvaro, siempre obstinado, no desfalleció. Trabajó mucho en pos de su anhelo y hubo de enfrentar numerosas dificultades, tantas, que sería imposible enumerarlas aquí todas. El caso es que mucho tiempo después había de recordar con lágrimas en los ojos aquella tarde remota cuando por fin, cierto día y siendo todavía un imberbe, con cuatro cosas que tenía por casa y sin la ayuda de nadie, creó una pequeña estación en la que, en principio, solamente paraba un autobús. La felicidad fue creciendo cuando, al poco y de manera totalmente inesperada, empezaron a detenerse allí dos autobuses, y luego tres, y después cuatro, y... Y luego ya nadie pudo parar aquello.

Ya en su vejez y con la muerte acechándole, la estación de Méndez Álvaro era sin duda la estación de autobuses más importante de la ciudad, puesto que albergaba una numerosísima flota de vehículos que conectaban Madrid con el resto de España e incluso con otros países. Miles de viajeros abarrotaban a diario su sala de espera, rezando para que no hubiera más retrasos; y no pocos carteristas y pervertidos sexuales merodeaban por sus impersonales pasillos y sus ominosos urinarios. Lo había conseguido.

Sí, amigos, Méndez Álvaro había logrado su sueño, pero ¿cómo había sido esto posible?, os preguntaréis: Pues porque nunca se rindió, ¡jamás! Y porque además siempre persiguió los dictados de su corazón de manera excluyente y obsesiva y nunca, nunca, nunca escuchó a nadie que le apartara de su objetivo. Perdió amistades, se enfrentó con su familia, contrajo deudas y murió solo, sí, pero con el sentimiento de plenitud que le daba el haber alcanzado algo que siempre ansió...

Por eso, querido viajero, la próxima vez que corras como un poseso arrollando a otros transeúntes para llegar a una dársena que no sabes si encontrarás o si en realidad existe, te pido por favor que reserves al menos un segundo de tus pensamientos para acordarte de él, de Méndez Álvaro y de su azarosa existencia en pos de un sueño.

Esboza entonces una sonrisa en su memoria, es lo único que te pido, pues desde donde quiera que esté, el bueno de Méndez Álvaro seguro que estará observando sin apartar la mirada ni un solo instante de su muy querida estación sur de autobuses, correspondencia con líneas c-5, c-7 y c-10 de cercanías y línea 6 de metro.