jueves, 30 de enero de 2020

BUENOS DÍAS, TRISTEZA

Libro de la escritora francesa Françoise Sagan. Lo compré en una de esas tiendas de empeño que venden cosas de segunda mano, también libros. Costaba cincuenta céntimos. En realidad el precio era tres libros por un euro. Había dos que quería leer (y tener en casa para toda la vida), así que busqué otro para que me hicieran la oferta. El problema era que el resto de libros me interesaba más bien poco. Estuve mirando largo rato y al final opté por este, ¿por qué? Porque el título me recordó a una canción de la Macanita que me gusta bastante que se titula "Adiós tristeza". La canción es mejor que el libro, así que la pongo para ambientar esta disertación:



El libro, como decirlo... Es una pijada, una tontería. Las pajas mentales de un personaje adolescente que vive en la burbuja de la buena vida que le puede dar su ocioso padre burgués. La verdad es que la historia podría dar más de sí, aunque supongo que la autora no tendría más pretensión que eso, que contar las idas y venidas de la protagonista del libro, narrado en forma de un continuo (y a veces desesperante) monólogo interior.

No parecen muy tristes
Supongo que el libro podría ser tal vez apto para adolescentes que estén en el mismo estadio de la vida, en esa época llena de confusión y cambios imparables. Porque eso es un poco lo que pretende Cécile, la protagonista: detener los cambios que se ciernen sobre su despreocupado estilo de vida cuando su padre decide volver a casarse con una mujer formal y con personalidad que amenaza el precario equilibro familiar y la despreocupación absoluta hacia los demás que tienen ambos (padre e hija), hacia ellos mismos y, en el caso de Cécile, hacia sus estudios, que intuye no le habrán de servir para nada en el futuro.

Si eres un adolescente pijo y egoísta, esta es tu novela. Si no lo eres, tal vez te entretenga meterte en la mente de uno de ellos y ser testigo de cómo es el veraneo de la alta sociedad parisina en el sur de Francia, con sus villas, sus automóviles, sus casinos, sus paseos en velero y sus memeces varias.

Intento ver algo bueno y disculpo este libro porque cuando la autora lo escribió ella misma era una adolescente pija y despreocupada, así que está escrito desde el conocimiento de causa, lo cual le da, de repente, mayor interés. Estoy de acuerdo, en que hay que escribir de aquello que se conoce, la literatura impostada es directamente indigerible y tal vez por eso me haya comprometido con esta lectura y haya hecho el esfuerzo de leer el libro hasta el final... Bueno, tampoco tanto esfuerzo porque el libro es cortito y se puede leer en uno de esos fines de semana que vayas a Niza o a Montecarlo con tu amante, entre paseo en yate y sesión de black jack en el casino. Lo normal.

Abro una página al azar del libro y copio este párrafo, que resulta enormemente ilustrativo de por donde van los tiros:
Tal vez lo mejor del libro, su cita introductoria.

No me avergüenzo aún de estos placeres fáciles, y solo los llamo así porque he oído decir que lo son. Más fáciles me parecieron mis temores, y mis crisis místicas. El gusto por el placer, por la felicidad, representa el único aspecto coherente de mi carácter. ¿Se deberá a que no he leído bastante? En el internado únicamente se leen libros edificantes. En París no he tenido tiempo de leer; a la salida de mis clases mis amigos me llevaban a los cines, y se quedaban asombrados de que yo conociera el nombre de los actores. Y a las terrazas de los cafés, donde daba el sol; allí saboreaba el placer de estar mezclada con la multitud, de beber, de estar con alguien que te mira a los ojos, que te coge de la mano y que te lleva lejos de la multitud.

De este libro se sacó una película, que pienso ver en breve, por si me hubiera perdido algo. Así de masoquista soy, no me han dado bastantes palos y ya estoy volviendo a la misma historia. No aprendo.

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