lunes, 23 de mayo de 2016

EL LIBRO DE TOM SAWYER CAYÓ DEL BOLSILLO GRANDE

Sonó el teléfono otra vez. No estaba para conversaciones con teleoperadores, pero lo cogí. Total. Aunque no era una nueva oferta para cambiar de compañía de teléfono, sino mi amigo Rafa, que ahora era mánager de uno que salió en Operación Triunfo:

- ¿Antonio?
- ¿Qué tal?
- Bien... ¿Sigues cantando?
- ¿Cantando? Nunca he cantado
- ¡Sí, hombre! No digas que no, si yo te vi...
- ¿Me viste? Imposible
- Te vi
- Pero si yo no sé cantar, si no tengo ni idea... ¿Dónde leches me has visto?
- En la boda de Maricarmen, mi cuñada
- ¿Que yo canté?
- Sí, ¿no te acuerdas? En el karaoke aquel al que fuimos después
- No me acuerdo de eso...
- No me extraña. Pero cantaste.
- ¿Y canté bien?
- Cantaste.
- Bueno, ¿pero a qué viene este rollo? ¿Qué pasa con que si yo canté o no canté?
- Pues verás, voy a ofrecerte una oportunidad, la oportunidad de tu vida
- ¿De qué hostias estás hablando?
- Village People
- ¿Village People?
- Sí, ¿te gustan?
- No
- ¿Has oído sus canciones?
- Por desgracia sí, algunas
- Mira, Antonio, tengo entre manos una idea revolucionaria: un grupo tributo a Village People
- ¿Pero los grupos tributo no son propios de gente mediocre y abocados a actuar en garitos de mala muerte a cambio de comida?
- Sí, pero yo he revolucionado el concepto : Village people + El Consorcio
- ...
- Verás, cantar en inglés es muy difícil, por eso las letras de El Consorcio vienen más al pelo; y por otro lado, la imagen desenfadada y naíf de los disfraces de Village People cuadra perfectamente
- Estás completamente loco
- Sí, pero ¿cómo te suena esto: cien pavos limpios y barra libre por actuación?

Al día siguiente estaba en una furgoneta dando tumbos por la A5 camino de Talavera de la Reina, punto de arranque de nuestra prometedora gira. Yo era el policía, a mi lado había un señor vestido de indio apache que, según me dijo, era de un pueblo de Murcia y que conocía a Rafa de una vez que estaban viendo un partido del Atleti en un bar y, cuando ganó, se fueron juntos a cantar a Neptuno.

Talavera no está tan lejos, aunque el viaje se me estaba haciendo largo ya. Empecé a revolver mi bolso de viaje en busca de algo que leer, pero el libro de Tom Sawyer cayó del bolsillo grande cuando subimos el equipaje y por eso no lo encontraba. Pregunté al que iba de obrero de la construcción:

- ¡Oye! ¿Llevas un libro, una revista, algo?
- No te oye, es sordo - Me dijo el cowboy

No pregunté por qué venía con nosotros, aunque el que iba de motero encuerado sí que me dijo:

- Yo ahí llevo la última novela de Mario Vargas Llosa, si quier...
- No, no te preocupes
- Pero si no es molestia, léela anda
- No
- Si no me importa
- Que no
- ¿Por qué?
- Vargas Llosa no

No dijo nada más. Se giró hacia la ventanilla, se le notaba enfadado. Me parecía ridículo, era un hombre ya mayor, no me imaginaba que pudiera estar para estas tonterías. Traté de trabar conversación con él un par de veces durante el resto del trayecto, pero nada, ni caso: no me hablaba. Pensé entonces en dejarle en paz, ya se le pasaría. Seguramente después de la actuación nos tomaríamos un par de copas y todo se olvidaría.

Pero no, algo sucedió cuando llegamos que me hizo darme cuenta de que no iba a olvidarlo tan fácilmente. Aparcamos enfrente de la cafetería del polígono industrial que nos había contratado, bajó de la furgoneta y, a gritos, para que yo pudiera escucharlo, dijo:

- Sí, Isabel, tenías razón: me ha tocado un gilipollas, como tú dijiste...

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