lunes, 20 de abril de 2020

EL INCIDENTE DEL LARGUERO DE WEMBLEY

El siguiente artículo lo escribí para la página de facebook Odio el Fútbol moderno.

Wembley 1977


EL INCIDENTE DEL LARGUERO DE WEMBLEY

El fútbol moderno tiene su antagonista, como no, en el fútbol británico clásico. Hoy en día la Premier, regada de millones de libras, de futbolistas tatuados y jeques, ha perdido también su esencia, quién sabe si para siempre. Sin embargo, hasta hace bien poco, debido tanto al aislamiento geográfico inevitable como al mental del que presumen en las Islas Británicas, el fútbol era espejo de cada una de las identidades de las distintas naciones que forman aquel Reino Unido, inventores del fútbol.

Sin duda, uno de los momentos más dramáticos del fútbol británico se produjo el 4 de junio de 1977, durante la jornada final del “British Home Championship”, un torneo amistoso hoy desaparecido que enfrentaba a las cuatro naciones del reino en formato de liguilla de todos contra todos a único partido.

Así, la fortuna quiso que la última jornada de aquel lejano 1977 lleno de connotaciones punk, enfrentara en Wembley a las dos naciones más laureadas en este torneo: Inglaterra vs Escocia. Todo un partidazo que nadie se quiso perder: hordas de escoceses se dirigieron en peregrinación hacia la capital del imperio, acarreando banderas azules con la cruz de San Andrés, banderas amarillas del Royal Standard con su león rampante (de uso restringido fuera de unos pocos actos oficiales), kilts, tam o’shanters y whisky en grandes cantidades. Si Escocia ganaba se convertiría en campeón en casa de su íntimo y odiado rival secular. Como en cada partido real (este torneo era amistoso, pero real) había en juego mucho más que un simple partido. Y tanto escoceses como ingleses lo saben perfectamente. La recepción en Londres es hostil. Un incipiente “hooliganismo” empezaba a  sobrevolar el fútbol inglés, aunque de momento a nadie le parecía un asunto grave. Las crónicas hablan de cerca cien mil espectadores en Wembley. Era una época de casi inexistentes medidas de seguridad, lo cual dicho sea de paso alguna desgracia traería también al fútbol inglés poco tiempo después. El ambiente ya venía caliente, por lo que la federación había traído a un árbitro húngaro para evitar suspicacias, el mítico Károly Palotai, que como jugador gano la medalla de oro en las olimpiadas de Tokio en 1964. Pero esa es otra historia…

Estamos en Wembley, orgullo de Inglaterra y sede de su selección nacional. El estadio está a rebosar, es junio y hace bien tiempo. El público se desgañita cantando los himnos nacionales y el hedor del alcohol llega hasta el túnel de vestuarios donde los jugadores de ambos equipos ya se disponen a salir al terreno de juego. Quien gane este partido será campeón del torneo, los mejores del Reino Unido. Al menos hasta el año siguiente.

Del partido poco que decir: una final llena de nervios y de atropellos propios del futbol atlántico, incluida su guarnición de patadas y entradones. La primera parte parece estar condenada al cero a cero, sin embargo, en el minuto 42, tras una mano innecesaria junto a un lateral del área cometida por un inocente defensor inglés, se lanza una falta que, tras un increíble salto desde el prácticamente el punto de penalty, será rematada a la red por la melenuda y rubicunda cabeza de Gordon McQuenn, defensa central escocés, autor así del primer gol del partido para delirio de los etílicos escoceses que empiezan a acariciar el título.

La segunda parte comienza con una Escocia crecida que acosa la portería inglesa. Sea lo que sea que Don Revie, seleccionador inglés hasta aquel fatídico partido, les dijo a sus jugadores en el vestuario no estaba dando resultado. Así, en el minuto 60 llega lo inevitable: el goleador y jugador más peligroso de la delantera escocesa, Kenny Dalglish, recoge un balón rechazado al borde del área pequeña al que, tras un semifallo inicial, consigue golpear de nuevo y anotar el 0-2. Wembley se viene abajo, los escoceses que están en la grada se abrazan, se besan. Cantan y dan palmas. El título está muy cerca. 

Pese a la situación el partido no entra en una fase lenta y aburrida. El orgullo nacional está en juego y ambas selecciones continúan atacando con pases largos y dando más patadas que nunca hasta que, casi al final, en el minuto 87 y en medio del asedio inglés, el árbitro señala penalty tras una polémica patada dentro del área dada por el goleador McQueen de esas de “iba al balón, no al tío”, que los escoceses protestan porque con tres minutos más el descuento cualquier cosa podría pasar todavía. El penalty lo marcará Mick Channon, delantero del Southampton entonces en segunda división, lo cual no era óbice para ser internacional con la selección absoluta.

Pero es ya tarde para la remontada. El árbitro pita el final, el partido termina y aquí empieza un incidente que puebla todavía hoy el imaginario del fútbol británico y que es una leyenda que todavía se cuenta de padres a hijos en las tabernas de Escocia.

Las hordas venidas del Norte invaden el campo –como ya habían hecho en 1967- fecha de la última victoria escocesa en Wembley. Diez años de frustraciones que se solventan pronto: los exaltados escoceses, algunos en punto de ebullición por el alcohol, campan a sus anchas por el césped de Wembley. Entre ellos está un joven Rod Stewart que algún fotoperiodista retratará en éxtasis celebrante. Wembley es por fin territorio conquistado. Esta victoria viene a saldar no solo los años de sequía futbolística ante el enemigo íntimo, remiten también a numerosas cuentas históricas siempre por ajustar entre ambas naciones históricas. La alegría se desborda. Los más atrevidos se acercan a las porterías y comienzan a escalarlas, a subirse por los postes para terminar posados en el larguero formando una estampa similar a una bandada de pájaros que graznan al unísono. Y a la bandada se va sumando otro escocés, y otro, y otro… hasta que por fin, el larguero de Wembley, doblemente derrotado, se parte por la mitad, abrumado por el peso de los hinchas y el whisky que llevan en el cuerpo en una imagen que quedará grabada en la leyenda del fútbol escocés. Fue el día que ganaron a Inglaterra. En Wembley. En su campo. Y les reventaron el larguero durante la celebración.

A partir de aquel partido Inglaterra entró en una época oscura: despidió a su seleccionador nacional, Channon, el goleador, que no logró triunfar en el Manchester City la temporada siguiente, no volvió a ir convocado, convirtiéndose en el jugador inglés que tienen más internacionalidades sin haber jugado nunca ninguna eurocopa ni ningún mundial. La selección de Inglaterra, que ya no había ido a la eurocopa del 76,  tampoco se clasificará para el mundial de Argentina, lo cual suma al fútbol inglés es un estado de desmoralización general, alimento de odios y frustraciones de los que tendremos cumplida noticia en años por venir. En Inglaterra este partido permanecerá en la memoria colectiva como la mayor humillación jamás vivida hasta que, casi diez años después, en el mundial de México en 1986… pero eso es otra historia.

viernes, 20 de marzo de 2020

SIN CEBOLLA

Sin cebolla tortilla no es tortilla
El vinito lo suyo es en botella
sin arroz la paella no es paella
ni tampoco es lo mismo la morcilla

La carne si se puede a la parrilla
la leche nutritiva: de camella
los mejores descensos los del sella
si tengo que brindar, una copilla

Donde estés, bocadillo de caballa
las aves, si es que vuelan, a la olla
digestivo prefiero la cazalla

La tortilla recuerdo: con cebolla,
si lo niegas te tengo por canalla
¿estás de acuerdo o eres gilipolla?



martes, 17 de marzo de 2020

SONETO CON CLÁSICOS LITERARIOS MÁS ACTUALES QUE NUNCA:

Ulises sin sirenas amarrado
esperando a Godot con cobertura
Macondo con camiones de basura
Alicia del espejo hacia este lado.


Sobre la ceguera ensayo ensayado
Gregorio Samsa debiendo facturas
una habitación propia hasta la hartura
Aladino sin sésamo atrapado

La casa de Bernarda Alba a lo bestia
El diario de Anna Frank pero sin nazis
Conde de Montecristo sin molestia

Un mundo feliz, Orwell con disfraz y
una Temporada en el infierno, dice:
¡Ay mísero de mí, ay, infelice!

miércoles, 11 de marzo de 2020

HORROR EN EL HIPERMERCADO



Se agotó la leche, el pan, el pollo,
las latas de atún y las de caballa
el kiwi, el plátano, la papaya,
el jurel, el arenque y el centollo

De papel del culo no queda un rollo
de harina pastelera ni una raya
fruta ecológica solo una malla
galletas maría solo un cogollo

Compren más, compren más, no sean memos…
Pero otro día, ¡de aquí no se pasa!
Esto no implica que no les amemos,
creo que dieron bastante la brasa.
Hoy ya cerramos, mañana volvemos
Por favor, ¡váyanse todos a casa!

jueves, 30 de enero de 2020

BUENOS DÍAS, TRISTEZA

Libro de la escritora francesa Françoise Sagan. Lo compré en una de esas tiendas de empeño que venden cosas de segunda mano, también libros. Costaba cincuenta céntimos. En realidad el precio era tres libros por un euro. Había dos que quería leer (y tener en casa para toda la vida), así que busqué otro para que me hicieran la oferta. El problema era que el resto de libros me interesaba más bien poco. Estuve mirando largo rato y al final opté por este, ¿por qué? Porque el título me recordó a una canción de la Macanita que me gusta bastante que se titula "Adiós tristeza". La canción es mejor que el libro, así que la pongo para ambientar esta disertación:



El libro, como decirlo... Es una pijada, una tontería. Las pajas mentales de un personaje adolescente que vive en la burbuja de la buena vida que le puede dar su ocioso padre burgués. La verdad es que la historia podría dar más de sí, aunque supongo que la autora no tendría más pretensión que eso, que contar las idas y venidas de la protagonista del libro, narrado en forma de un continuo (y a veces desesperante) monólogo interior.

No parecen muy tristes
Supongo que el libro podría ser tal vez apto para adolescentes que estén en el mismo estadio de la vida, en esa época llena de confusión y cambios imparables. Porque eso es un poco lo que pretende Cécile, la protagonista: detener los cambios que se ciernen sobre su despreocupado estilo de vida cuando su padre decide volver a casarse con una mujer formal y con personalidad que amenaza el precario equilibro familiar y la despreocupación absoluta hacia los demás que tienen ambos (padre e hija), hacia ellos mismos y, en el caso de Cécile, hacia sus estudios, que intuye no le habrán de servir para nada en el futuro.

Si eres un adolescente pijo y egoísta, esta es tu novela. Si no lo eres, tal vez te entretenga meterte en la mente de uno de ellos y ser testigo de cómo es el veraneo de la alta sociedad parisina en el sur de Francia, con sus villas, sus automóviles, sus casinos, sus paseos en velero y sus memeces varias.

Intento ver algo bueno y disculpo este libro porque cuando la autora lo escribió ella misma era una adolescente pija y despreocupada, así que está escrito desde el conocimiento de causa, lo cual le da, de repente, mayor interés. Estoy de acuerdo, en que hay que escribir de aquello que se conoce, la literatura impostada es directamente indigerible y tal vez por eso me haya comprometido con esta lectura y haya hecho el esfuerzo de leer el libro hasta el final... Bueno, tampoco tanto esfuerzo porque el libro es cortito y se puede leer en uno de esos fines de semana que vayas a Niza o a Montecarlo con tu amante, entre paseo en yate y sesión de black jack en el casino. Lo normal.

Abro una página al azar del libro y copio este párrafo, que resulta enormemente ilustrativo de por donde van los tiros:
Tal vez lo mejor del libro, su cita introductoria.

No me avergüenzo aún de estos placeres fáciles, y solo los llamo así porque he oído decir que lo son. Más fáciles me parecieron mis temores, y mis crisis místicas. El gusto por el placer, por la felicidad, representa el único aspecto coherente de mi carácter. ¿Se deberá a que no he leído bastante? En el internado únicamente se leen libros edificantes. En París no he tenido tiempo de leer; a la salida de mis clases mis amigos me llevaban a los cines, y se quedaban asombrados de que yo conociera el nombre de los actores. Y a las terrazas de los cafés, donde daba el sol; allí saboreaba el placer de estar mezclada con la multitud, de beber, de estar con alguien que te mira a los ojos, que te coge de la mano y que te lleva lejos de la multitud.

De este libro se sacó una película, que pienso ver en breve, por si me hubiera perdido algo. Así de masoquista soy, no me han dado bastantes palos y ya estoy volviendo a la misma historia. No aprendo.

sábado, 25 de enero de 2020

SONETO PARA IR CON UN MONTÓN DE COLEGAS POR LOS BARES



Pon seis bocadillos de calamares
diez cañas un tercio dos botellines
un café con leche un ballantines
y pon chupitos de distintos néctares

Si te quedan huevos ponnos tres pares
el rebozado de calabacines
con algo de pan si no con colines
una botella de agua de solares

pimientos rellenos de boloñesa
una de bravas con salsa picante
otra más de bravas con mayonesa

también la paella si es sin guisante
más la morcilla de arroz burgalesa
y una tortilla española gigante          

martes, 21 de enero de 2020

UNA VIDA NO VIVIDA

Otro libro de relatos. Y me pasó, claro, lo mismo que el otro que comenté hace unos días, son libros que empiezas y los vas leyendo a saltos, un cuento un día y luego nada: te das a otros libros durante semanas o meses.

"Una vida no vivida", de Rafael Sáenz de Cabezón, lo compré en la feria del libro de Fuenlabrada, en la caseta de Canalla Ediciones, aprovechando que mi amiga Laura Mequinenza, que también ha publicado con esta editorial, presentaba allí su libro... Bajé a la feria y me pasé la tarde charlando con Inés, jefa de la editorial. Decidí comprarle un libro como manera testimonial de apoyar su labor cultural, tanto ahora con la editorial como antes con el mítico Bukowski Club, del que fui devoto parroquiano. Ya sé que no es mucho, pero menos da una piedra.

Elegí este libro por  dos motivos: no quería comprar uno de un autor que conociese en persona (pues muchos de estos libros ya los tengo, o los puedo conseguir directamente del autor con dedicatoria incluída, tontería esta última que me gusta). El otro motivo era porque me apetecía leer algo en prosa. Así que, de todas las opciones que ofrece Canalla, me decanté por este título tras leer el principio del primer cuento.

¡Ah, amigos escritores, así de superficial somos los lectores, cuidad mucho la primera página pues puede hacer que vuestro libro se lea (o no)!
Cubierta algo sombría

Me pasa un poco igual que con el libro de relatos que comenté hace unos días, algunos cuentos, como los leí hace meses, los tengo olvidados o medio en nebulosa; aunque he de decir que hay otros que sí que los recuerdo, señal de que algo tenían... Y esta, en definitiva, es la crítica que le puedo hacer a este libro: hay detalles de calidad, relatos que están bastante bien junto a otros bastante flojitos. Con lo de flojitos me refiero a que desde el principio ya prácticamente se intuye el final, parecen en realidad ejercicios narrativos de los que se suelen hacer en talleres literarios y que sirven, en realidad, para descartar líneas argumentales y personajes tipo.

Pero centrémonos en lo bueno: como he dicho, la primera página tiene algo que atrapa, un personaje solitario y maldito que va dando tumbos y se encuentra con algo inesperado, como la vida misma. El título de la obra en su conjunto creo que va por ahi, una vida no vivida, pero una vida al fin y al cabo, eso es lo que estos relatos pretenden transmitir: la vida con sus gozos y su miserias y por ello, cuanto más creíble es el relato mejor me parece y cuanto más fantasioso se ve que es, menos interesante creo que es.

Otro cosa buena del libro tiene que ver con que muchos relatos están situados en lugares que el autor conoce muy bien porque ha vivido en ellos, como Barcelona o Estados Unidos, y esa posibilidad de estar en un lugar y verlo desde el punto de vista de otra persona es una de las cosas que ningún otro arte, creo, ha sabido explorar tanto como la literatura. Ni siquiera el cine, fíjate lo que te digo.

En los diferentes relatos nos podemos encontrar con mútiples narradores, desde omniscientes hasta en primera e incluso en segunda persona, por lo que le da a todo el libro una variedad de registros que creo ayuda a digerir y saltar mejor de un relato a otro, pues literalmente no tienen nada que ver entre ellos, ni siguen ninguna línea argumental más que la que promete el título: vidas posibles con sus vicisitudes y circunstancias.

El aire confesional que tienen algunos relatos me parece muy acertado, pues hace crecer la curiosidad y la verosimilitud del mismo, algo que en relatos de vida siempre se agradece. Transcribo el principio de uno de los relatos que más me gustó y que se titula "Reunión":

Esta es una historia de la que me avergüenzo. Es una historia que nunca debió ocurrir, y que nunca pensé que me atevería a contar. Toda historia se escribe para que alguien la lea. Esta espero que nadie lo haga. 
Pena que no me tocó

Los personajes suelen ser seres anónimos, los a veces invisibles en esta nuestra sociedad de consumo en la que los focos los acaparan héroes de tres al cuarto y estrellitas engreídas. Así frente a eso tenemos aquí una mujer hippy, escritores fracasados, una enfermera divorciada, un taxista,un auxiliar administrativo... en fin, personajes con los que un lector cualquiera se sentirá identificado y reconocerá en ellos su propia miseria, su propia heroicidad diaria y tal vez su propio destino.

Dejo un par de fotos: la primera es la cubierta del libro, una foto de unas sombras. Batante anodina, poco sugerente tal vez. Y en la otro foto dejo parte de esa primera página, crucial como digo para el lector potencial de este libro.

Y ya de paso he pensado que voy a ir dejando constancia también de otra de mis manías: odio los marcapáginas al uso, siempre he preferido utilizar otras cosas que, aparte del uso que hayan podido tener, renancen ahora como marcapáginas. En este caso es el ticket de un sorteo que se hizo entre los que fuimos a ver el inicio de la etapa de la vuelta ciclista a España 2019 que partía desde Fuenlabrada. Allí me dieron este ticket con el que entré en un sorteo gratuíto de productos de Burgos. Como es de esperar no me tocó, pero me quedé el boleto como marcapáginas. Entendiendo que la vuelta ciclista empieza en agosto, supongo que debió ser por entonces cuando comencé a leer este libro. Aunque quién sabe.

Yo también tengo una vida superemocionante, como veis...

jueves, 16 de enero de 2020

ENTRÓ EN MI CUARTO EL COCHE DE GOOGLE MAPS

Hace unos meses me pidieron un texto para una revista y les envié un pequeño relato que se titulaba "Entró en mi cuarto el coche de Google Maps". No he vuelto a saber nada de la revista, ni si se publicó, ni si -en cao afirmativo- se incluyó mi relato. El susodicho relato decía así:



ENTRÓ EN MI CUARTO EL COCHE DE GOOGLE MAPS

Entró en mi cuarto el coche de google maps.
Nada quedó oculto a su cámara.
Abrió cada cajón de la mesilla, cada puerta del armario.
Debajo de la cama descubrió unas llaves que creía perdidas desde 2017.
Se movía con rapidez, supongo que otros cuartos le esperaban.
Me tapé con la colcha para no verlo, pero también entró en mi cama.
No dejaba de hacer fotos, empezó por los pies. Fue subiendo poco a poco.
Era solo una máquina pero diría que disfrutaba de mi cara de susto y de sorpresa.
Me guiñó un ojo, o tal vez me dio las luces largas.
Comenzó a desnudarme como el que sabe lo que hace.
Siguió tomando fotos, yo estaba totalmente bloqueado.
Me dejé hacer, no podía gritar, quería que todo terminara.
Tenía miedo de gritar, no quería que me hiciera daño.
Mientras su motor rugía de placer, era como una advertencia hacia mí de su fuerza de decenas de caballos.
Sus ruedas recorrieron mis muslos, mi abdomen.
Yo sentía asco, el olor a monóxido de carbono me mareaba, sentí náuseas y ganas de vomitar. Creo que en algún punto me desmayé, ya no recuerdo nada más.
Desperté en mitad de la noche, las sábanas olían a anticongelante, había una gran mancha de aceite sobre mi ropa interior, permanecí allí en shock durante unos minutos, luego me encerré en el baño y me vacié entre grandes arcadas.
No he salido de casa desde entonces.
Un amigo me dice que denuncie, yo no estoy seguro de que sirva para nada, no quiero volver a pasar por todo aquello y que me culpen de haberlo provocado.
Solo ahora he decidido escribir este relato, cuando he visto las fotos de mi cuarto en internet, y lo peor: la primeras reseñas negativas de turistas.

Antonio Díez, 18 de septiembre 2019

miércoles, 8 de enero de 2020

TRECE HISTORIAS DE FANTASMAS

Me he propuesto ir subiendo a este blog, abandonado y leído por nadie, pequeñas crónicas de mis lecturas sin ninguna pretensión filológica ni científica, tampoco quiero ser exhaustivo (para eso está wikipedia) ni abarcar todos los aspectos de los libros (si te han mandado un trabajo sobre este libro en el cole, hazlo: no vengas aquí a copiar). Diré mi opinión, todo lo breve y reducida que pueda, y copiaré algunos fragmentos del libro que me hayan parecido interesantes. Empiezo:

Trece historias de fantasmas, de un tal M. R. James es el primer libro que he terminado de leer este año, aunque en realidad empecé con sus relatos el año pasado.

La cubierta espectacular no es
De entrada no había leído nada de este tipo, me resultaba un total desconocido, pero me animé a leerlo porque tengo que admitir que me gustan las historias sobrenaturales y todo ese rollo. No porque me las crea o me den miedo (que ojalá), sino porque me gusta la narrativa que explora los límites de la mente humana, los personajes que son llevados al extremo y la relación simbólica que existe entre los mitos y la realidad, y como los mitos generan esa misma realidad a la que aluden a veces tangencialmente, creando así un bucle infinito entre la realidad y la literatura que es la base de la cultura humana.

Una de las cosas que tienen los libros de relatos (para bien o para mal), es que te permiten leer uno o dos y luego olvidarte del libro durante un tiempo para retomarlo el día menos pensado. Yo, además, soy un lector compulsivo y poliamoroso, leo varios libros a la vez, por lo que multitud de historias se me solapan. Y así me gusta, así está bien. La lectura monográfica de un único libro me parece catequesis. Ya ves, a mi manera vivo al límite...

Es por eso que ahora, cuando reviso el libro, algunas historias apenas las recuerdo, porque no me impresionaron mucho cuando las leí hace algunos meses, al poco de comprar este libro por un euro en el rastro de Madrid, que es donde suelo comprar los libros últimamente. Siempre viejos y de segunda mano.

Como digo, estas historias de fantasmas no me han entusiasmado demasiado, a veces el autor divaga demasiado en los preliminares y se olvida un poco de los fantasmas, que están esperando aparecer pero que no terminan de materializarse o de interactuar con los personajes de este mundo. Están por ahí, en Inglaterra, siguiendo con unos protocolos y tradiciones de las que ellos mismos son prisioneros. Son reos de un orden superior: el victoriano. Y es que lo que más me ha gustado de estas historias es eso, que son muy inglesas, tan de ese país al que yo tanto quiero y le debo tanto. Se suceden nombres de ciudades, de pueblos, de iglesias y de personajes de la burguesía y de la nobleza todos muy ingleses (no británicos: ingleses), una y otra vez. Y los fantasmas están por ahí, en ese decorado y bajo la jurisdicción del imperio, como unos funcionarios más que hayan opositado a ese cargo tan deseado por muchos, como el propio Boris Johnson puede atestiguar: fantasma inglés.

El fantasma inglés es demoníaco y satánico, es el mal absoluto. Los pobres nobles ingleses tienen, aparentemente, la fortuna de vivir en palacios y castillos rodeados de bosques y tierras de su propiedad, pero a cambio de eso han de convivir con fantasmas arcanos, nacidos de viejas maldiciones o de tradiciones familiares o nacionales mal encauzadas y que hacen que el maligno siempre esté a punto de saltar, asustando a los pobres ricos. Mucho mejor, donde va a parar, ser uno de esos guardeses que vive también en el palacio -en la cocina o en las caballerizas- y que lo sabe todo y que siempre, en el momento preciso del relato, va a revelar al protagonista alguna pista para resolver el enigma que tiene al señorito tan asustado.

Un símbolo inspirador del mal
Como curiosidad, en el libro aparece un esvástica en cierto momento, un esvástica pre-nazi, por lo que no te me alarmes. Es parte de una inscripción maligna, así que bravo por la intuición de M. R. James. También me ha sorprendido que, en medio del ambiente decimonónico y victoriano que tienen estos cuentos haya un personaje que, yendo de excursión en bici, de repente ve una iglesia que le gusta y le toma una foto. Cuando leí eso tuve que ir a wikipedia para comprobar que el autor vivió entre 1862 y 1936, pero aún así, menudo personaje instagrammer que se sacó de la manga, que va por ahí con la bici y un pedazo de cámara (de quién sabe qué tamaño y qué peso) por si ve algo que le mola. Hay que considerarlo por todo ello un precursor y un visionario.

En fin, que para terminar copio un fragmento de uno de los relatos más entretenidos del libro, titulado "¡Silba y acudiré!", en el que los tópicos ingleses se amontonan para mi deleite:

Los demás huéspedes del hotel, como es natural, eran también aficionados al golf, y entre ellos había algunos elementos dignos de especial atención. El personaje más llamativo era, quizá, un ancien militaire, secretario de un club londinense, el cual poseía una voz increíblemente poderosa y unas opiniones marcadamente protestantes. Y encontró el momento de manifestar lo uno y lo otro con ocasión de unos oficios que celebró el vicario, persona respetable, aunque con cierta tendencia a hacer pintorescas las ceremonias religiosas, cosas contra la que luchaba el militar denodadamente por considerar que se alejaba de la dignidad de la tradición anglicana.

Párrafo, como ves, farragoso y enrevesado y que, además, alude a una serie de detalles que no tienen nada que ver con el fundamento, el desarrollo ni el desenlace del cuento, pero que nos pone enfrente a unos personajes para mí imposibles de ver por Fuenlabrada ni por el rastro de Madrid, donde vete a saber por qué carambolas de la vida acabó este libro que ahora tengo en mis manos. Lo tomo como una señal del otro lado.

Creo que me he enrollado más de lo que pensaba, veremos si la próxima vez me ajusto un poco más.


La traducción es de Francisco Torres Oliver, el prólogo de Rafael Llopis (1973)