Te preguntas, Leonarda, si de verdad todo esto está sucediendo, si es cierto que te han detenido durante una excursión escolar, si tus compañeros de clase habrán visto en la profundidad de tus ojos la persecución ancestral de los gitanos europeos, el miedo de los deportados. A fin de cuentas algo de eso habéis estudiado juntos, no hace mucho en realidad: la ocupación, los golpes en la puerta, el llanto de los niños, los golpes en los rostros de los hombres, las mujeres arrastradas de los pelos. Las banderas francesas se escondían o se quemaban a escondidas. Y luego el tren de Mauthausen, de Buchenwald, de Auschwitz. No hacía paradas. De aquel lugar nadie regresa, os contaron en la escuela: vía solo hay una, sin retorno; y después una verja. Sólo echas en falta las cruces gamadas, y piensas que son como todo lo Europeo: pura moda que pasa, se transforma y después regresa. De todas formas ya has llegado al aeropuerto, un agente te espera en la aduana. No te sonríe pero te dice que tu puerta es la catorce, que te sientes. Y te sientas. Mentalmente tarareas una cancioncilla que cantaba tu hermana en la ducha hace unos días:
...As nuk dua ruz-e, as nuk dua par-e,
por e dua dja-djalin, more me cigare...
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... No quiero abalorios ni quiero monedas de oro,
quiero un hombre joven que fume un cigarrillo...
Antonio, vaya texto más triste e indignante. La verdad es que, aún cuando creemos que ya nada nos puede sorprender, aparecen noticias tan absurdas y surrealistas como la de Leonarda que, como bien dices, dan la sensación de que nada en realidad ha cambiado en ninguna parte. Me ha gustado mucho tu texto, por su carácter crítico pero al mismo tiempo, por la sensibilidad con la que está escrito. Un saludo!
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