Añorar el pasado es correr tras el viento, fue el último verso de la canción de aquel guitarrista. Escupió, guardó el instrumento en su funda e hizo ademán de sacar un cigarro del bolsillo de la camisa. Por todo aquellos gestos comprendí que aquel hombre era, en efecto, mi padre, o al menos la sombra de lo que fue. Nuestras miradas se cruzaron y me lanzó una sonrisa negra, casi sin dientes. Por mi parte yo tenía claro qué hacer, ya que el metro está lleno de cámaras y los jefes revisan las grabaciones periódicamente. Iban a ser mis primeras palabras hacia él en treinta años:
- Por favor, caballero, enséñeme su documentación. La música está prohibida sin autorización, ¿no ha visto los carteles?
Vaya reencuentro después de 30 años. Por cierto, "la música está prohibida sin autorización", es cuestión de tiempo para empezar a ver esos carteles. Un saludo, Antonio. Buen texto!
ResponderEliminarInteresante reencuentro y muy raras las evidencias que le confirmaron al hijo que aquel era su padre. No pude dejar de imaginar un cuento sobre un hombre que cree adivinar a su padre en cualquier persona de la calle, por cualquier gesto que le encuentre en común a sí mismo.
ResponderEliminarGrande. Pocas palabras y mucho que pensar tras ellas. Gracias por compartirlo.
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