jueves, 12 de abril de 2012

LOS TRES CERDITOS

El joven cerdito entregó los papeles para un piso de protección oficial. Nunca le llegó respuesta de ningún representante del ayuntamiento de los lobos y su ansiada vivienda de pajas, su cubículo seminal masturbatorio de joven sobradamente preparado, no se hizo realidad y hubo de irse a vivir con su hermana.

La hermana vivía en un piso humilde que tuvo que desalojar cuando subió el euribor y no pudo hacer frente a la hipoteca que había firmado con el banco de los lobos. Se llenó la casa de madera: el desalojo se hizo por la fuerza, y los llantos hacían recordar una matanza. Ambos se mudaron a la casa del hermano mayor.

El hermano mayor vivía en una urbanización residencial de nueva construcción, un grupo elegante de edificios de paredes de pladur y piscina comunitaria en el extrarradio de la ciudad. El injusto precio de aquella vivienda databa de la especulación del ladrillo y ahora era imposible afrontar el pago de toda la deuda que había adquirido con los lobos del banco.

Sin embargo el lobo que se quedó con el piso y la parte ya pagada de hipoteca no tuvo que soplar ni una sola vez. Un juez fiero y gruñón, sentado en un despacho, envió a los antidisturbios para vaciar el piso de ladrillo, el último reducto de la familia de cerditos.

Hoy los tres sobreviven en una granja destinada a casos como ellos, pues sin vivienda no hay viviendo y el mismo juez que les echó ha decretado que todo individuo ha de servir al estado, pues éste les concede sanidad, educación y beneficios sociales diversos y ellos, pues son cerdos, deberán engordar, engordar, engordar y engordar... hasta que se nos ocurra qué se puede hacer con su expediente.

2 comentarios: