Unas luces iluminaron el cielo. Yo estaba durmiendo en el coche, me había vuelto a emborrachar y estaba demasiado oscuro como para conducir por los caminos de tierra que llevan a mi casa... Así que me quedé dormido para hacer tiempo, pero aquellas luces me despertaron...
Con los ojos legañosos y semicerrados creí ver un objeto brillante posado en el descampado que hay a dos calles del bar de Rafa, donde estaba aparcado. Era un especie de avión cónico pequeño. De él bajó un ser. Me vio. Se acercó a mí. La luces de su vehículo se habían apagado pero su silueta flotaba en la oscuridad, acercándose poco a poco a mi coche...
Era una figura enana, obesa, que andaba a trompicones, como si se acabara de levantar de la tumba. Llegó hasta el coche y me miró a través del cristal de la ventanilla. Tenía dos orificios hundidos que se asemejaban a dos ojos y una raja horizontal en su cabeza ovalada que a mí me pareció una boca...
Golpeó con una especie de manos huesudas la puerta de mi coche. Yo estaba anonadado, en estado de shock, pero movido por una inercia que ahora no puedo explicar, bajé la ventanilla...
- ¡Hola! -me dijo en perfecto castellano- Quiero hablar contigo... Hace frío, déjame entrar...
Sin salir de mi asombro, le abrí la puerta. Se sentó. Era un ser amorfo y extraño. Luego supe que no tenía ni un solo pelo en todo el cuerpo. Lo observaba con sorpresa infinita, con incredulidad...
Le dije:
- Soy un habitante de este planeta. Le doy la bienvenida...
- Ya lo sé, Antonio... He venido a buscarte...
- ¿Buscarme?
- Sí... Has estado en el bar de Rafa, ¿verdad?
- Sí
- Y te has quedado dormido en el coche...
- Sí... ¿Cómo lo sabe?
- Es lo que haces siempre, según he venido observando... Ahora deberás venirte conmigo...
- ¿Cómo? No, no puedo... yo... yo le tengo mucho cariño a este planeta, ¿sabe usted?
- Pues no se nota... Llevas años malgastando tu tiempo, tu vida, y esto ha llegado a un límite que ya no se puede tolerar... Debes venir conmigo...
- Pero... no... no, por favor... ¡no!... no me lleve... haré lo que sea, lo que quiera, lo que me pida...
- No tienes opción, Antonio...
- ¡Por favor!
- No tienes opción... a no ser que...
Y me agarró la mano. Sus dedos fríos y terribles me hicieron temblar de terror. Con la otra mano comenzó a acariciarme la cabeza...
- Tranquilo, no va a pasarte nada... nada malo... desnúdate...
¿Qué podía hacer? Me desnudé y sus horripilantes ojos me contemplaron con lascivia, o así lo interpreté yo. La ranura que yo había pensado que era una boca efectivamente lo era y comenzó a segregar una baba blancuzca con la que me recorrió poco a poco el cuerpo desde el cuello hasta el ombligo y luego... más abajo... más abajo... más abajo... ¡ahí! ...Y por algún extraño efecto cósmico aquello logró excitarme lo suficiente como para acabar haciendo el amor con aquel monstruo...
Con el hechizo alucinógeno del sexo extraterrestre todavía en mi mente, me vi acompañando a aquel ser hasta su nave. Y no recuerdo nada más. Caí inconsciente mientras vagaba por galaxias siderales...
Cuando desperté estaba solo, tumbado en el sofá del salón de mi casa, con un dolor de cabeza impresionante semejante a una resaca y con mi mujer gritándome:
- ¡Antonio! ¡Desgraciado! ¿Dónde estuviste anoche que te tuvo que traer mi madre a casa? ¿Eh? ...Por cierto, que dice que la llames, que tienes que ir a verla para desatrancarle no sé qué cañerías, me ha dicho...
Genial!!! te he dejado un comentario en el Nido. Un abrazo.
ResponderEliminarun abrazo es justo lo que necesito ahora, muchas gracias!
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