Todos teníamos muchas ganas de conocer a Diego. Yo, el primero. Y que hubiera aceptado mi invitación para dar una charla sobre los valores del deporte y su reciente rehabilitación a los jóvenes de nuestro equipo era un verdadero orgullo.
Vino, vio y venció. Su intervención nos hizo llorar a casi todos: sus problemas familiares, la fama, el hundimiento, la superación personal, la felicidad actual al lograr sus objetivos...
- Muchas gracias, Diego, por tu intervención, por venir
- Todo esto lo hago por mis hijas, Antonio
- Lo sé. Y te admiro por ello... ¿Quieres una cerveza antes de marcharte?
- No, muchas gracias
- ¿Un cigarrillo?
- No, gracias, no fumo... Además que se me está haciendo un poco tarde
- Pero, Diego, marcharte ahora... ¡con la que está cayendo!
- ¿Que está cayendo?
- ¡Una nevada del copón!
- ¿Del copón?
- ¡Una nevada bárbara!
- ¡La puta que le parió, no es posible!
- Asómate a la ventana y verás...
Nevada del copón se quedaba corto: no se veía el cielo, todo eran copos blancos arrastrados a gran velocidad por las fuertes rachas viento gélido, los árboles agitaban sus ramas desnudas como náufragos pidiendo auxilio y el cristal helado soportaba como podía las embestidas de la ventisca.
- Lo mejor es esperar, Diego
- Sí, tal vez sea lo mejor
- ¿Una cerveza?
- No, gracias
- ¿Un cigarro?
- No fumo
- Pues hablando de nieve... ¿Te apetece otra cosa?
- Estoy aquí por mis hijas, Antonio, por favor
- Ya lo sé... ¿pero te apetece?
Diego tenía mucha prisa y que empezara a nevar no le venía nada bien a su futuro como conferenciante antidrogas, como estaba a punto de comprobar...
Ingenioso y bien escrito, como siempre. Gracias Antonio.
ResponderEliminarY por lo de la nieve también.