En la tienda de vodafone la conocí. Allí estaba: pálida, morena y delgada. No le importó mi nombre ni nada de lo que le dije. Me llevó a un oscuro bar donde se abalanzó sobre mi cuello sin preguntar. Para entonces yo ya estaba demasiado colocado como para meterme en conversaciones sobre tarifas planas. Hipnotizado, me dejé hacer.
A la mañana siguiente me desperté en mi casa, solo. No recordaba cómo había llegado hasta allí. Me encontraba débil, cansado y hambriento. Vomité la sopa de ajo que me prepararon en el bar de Rafa, donde fui a recuperarme. En mi casa, orientada al Sur, había demasiado sol, demasiada luz. En el antro subterráneo de rafa uno se podía tumbar sobre los sofás negros llenos de ceniza, cruzarse de brazos y cerrar los ojos.
En medio de mi letargo, ella volvió en sueños a visitar mi mente: ven -decía- ven a mí ¡ven! vuelve conmigo... esta noche... esta noche... esta noche... Sobresaltado, fui al baño, me lavé la cara y al mirarme en el espejo empecé a comprender que no me veía a mí mismo. Comencé a extrañarla furiosamente. Quería volver con ella, volver a ella, la mujer espectral de mis sueños. Aunque no sabía mucho sobre aquella mujer, la verdad... Me había dicho, eso sí, que trabajaba para bankia -antes cajamadrid- sección de préstamos. En cuanto cayó el sol me convertí en murciélago y fui para allá...
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