En los bares pasa de todo. Sin ir más lejos el martes pasado. Bajé al bar de Rafa, a saludarle, por tomar algo y poco más, que tenía que subirme a cenar no muy tarde. Pero ¡ah! sorpresa. Había un concurso montado. De comer pinchos de tortilla.
- Dime, qué, Antonio, ¿te apuntas?
- Bueno... La verdad es que si me apunto a esto ya no tengo prisa por subirme a hacer la cena... pero no sé... ¿qué hay que hacer?
- ¿Cómo que qué hay que hacer? Pues comer pinchos de tortilla como un loco
- Ya, pero no sé... ¿Y qué dais de premio?
- ¡Ah! El premio es lo mejor. Si ganas te llevas un pase vip para el concierto de Camilo Sesto de este fin de semana...
- Pues menudo premio... ¡Cómo será si pierdes!
- No te rías, joder... Hay premio hasta para el que quede segundo, aunque ese premio es un poco depende...
- ¿Un poco depende?
- Sí... pero bueno, yo te veo ganador... ¿has cenado?
- No
- Pues venga, te apunto
- Es que no sé... tortilla por la noche... yo... no sé...
- Claro... ¡Hay que amar la tortilla! ¡Venga, que tú puedes!... Ya sabes que si amas con la boca abierta te puedes tragar un caballo...
- Un caballo de tortilla
- Exacto
- Apúntame
Lo que vino después fue una locura. Ocho tíos y dos tías con más hambre que el perro de un ciego venga a zampar torilla. Y venga a zampar. Y venga... Pasé la primera ronda fácil. Y la segunda. Por algún extraño motivo seguía teniendo hambre. Supongo que influía que aquella tarde no había comido casi, ya que en mitad del almuerzo tuve que salir corriendo por la escalera de incendios, cuando noté que mi casero subía hacia mi puerta con la intención de cobrarme los seis meses que le debo. Y venga pinchos de tortilla. Y venga. Y otra ronda.
- Joder, Antonio, y eso que no querías participar
- Es que sin pan cunde más...
Y así, sin darme cuenta, llegué a la final. Contra el Pelucas, un gordo de mi barrio que daba miedo de lo feo que era. Me sentía hinchado, estaba lleno ya, pero al tío se le veía tan fresco, saludando a la peña y tal. Yo no podía más. Me tuve que sentar en una banqueta junto a la barra, a reposar y a confesarme con Rafa.
- No puedo más
- Venga, Antonio, no te rindas, amigo
- No puedo más, Rafa... Déjalo, que gane el Pelucas, no puedo con él
- ¡Que no! ¡Ánimo! ¡Tienes que ganar tú!
- Es que en realidad tampoco me gusta tanto Camilo Sesto...
- ¡Que sí! ¡Que da igual! ¡Tú sigue!
- Joder, me vas a matar...
- ¡No te puedes rendir ahora! ¡Ahora no! ¡Levanta de ahí!
- Buff...
Y empezó la final. No gané claro. Me desmayé a la de dos mordiscos de otro pincho de tortilla. Cuando recuperé la conciencia el bar estaba vació. Y barrido. Bueno, excepto la parte sobre la que estaba tumbado.
- Rafa... ¿Rafa?... ¡Rafa!... ¿Qué ha pasado?
- La has cagado Antonio, la has cagado...
- Bueno, no será para tanto
- Que sí, que la has cagado, tío...
- Joder, subcampeón del barrio, no está mal...
- Sí, subcampeón, menuda mierda
- ¿Mierda? ¡Pero si me dijiste que incluso había un premio para el subcampeón!
- Sí, pero ya dije que es un premio un poco depende
- ¿Un poco depende?
- Sí: ¡Camilo, pasa!
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