Mi negocio de fontanería iba cada vez peor con todo el asunto éste de la crisis. El trabajo escaseaba y la bajada de precio del PVC, debido a las exportaciones chinas, me dejaban muy poco margen de beneficio cuando me salía alguna chapuza. En los buenos tiempos de la burbuja inflaba un poco la factura con alguna chorrada o intentaba colar algún timo a dos o tres de cada tres clientes y con eso iba pagándome las letras del coche, la tele de plasma o lo que se le hubiera antojado comprar a mi mujer o a alguno de mis hijos.
Fue por ello que acogí con enorme alegría la visita de un posible cliente a mi taller:
- ¿Es usted Antonio, el fontanero?
- Por lo que se ve, sí
- Necesitamos su ayuda urgente e inmediata
Lógicamente, al oírle decir esto, así de entrada, sospeché; ya que, como todo el mundo sabe, hay que sospechar de la gente que habla en plural.
- ¿Y qué necesitan, si puede saberse?
- Es un asunto de extrema confidencialidad y no está exento de riesgo ni peligro
- Bueno, no está usted -o ustedes- hablando con un principiante, pueden confiar en mí
- Pues verá, hace tiempo que no sabemos dónde está la princesa, ¿sabe usted?, por lo que le pedimos que, utilizando sus múltiples y probadas habilidades, salga a su rescate de manera inmediata...
- ¿Yo? ¿Rescatar a la princesa? ¿Qué princesa?
- La del Urdangarín
- ¿Y qué pinto yo en esta vaina, qué quiere que haga?
El tío se hizo el sordo y no respondió a mis preguntas. Se giró, salió un momento a la calle y, del maletero del coche, extrajo una gran caja con un enorme signo de interrogación dibujado en el lomo.
- Aquí le traigo esto, suponemos que le será de utilidad
- ¿Qué es eso?
- Pues una caja
- Sí, ¿y?
- Dentro hay una seta gigante
- ¿Una seta gigante?
- Exacto
- Pero... ¿Para qué diablos quiero yo eso?
Se le torció el gesto. Parecía decepcionado con mi actitud.
- Verá. Necesitamos que comience su búsqueda inmediatamente. Por favor, no perdamos el tiempo.
- Pero...
- No me interrumpa...
- Pero, ¿podría hacerle una pregunta?
- Sí, adelante
- ¿Pagan bien?
- Si todo sale bien podrá llenar una habitación de monedas de oro... ¿Le interesa?
- Me interesa. Siga.
- Pues verá, sabemos que la princesa pudiera estar en Suiza, o así al menos lo sospechan nuestros expertos
- ¿Y por qué sospechan eso?
- Pues porque lo han leído en el periódico
- Comprendo. Siga.
- Nada más. Empiece la búsqueda desde aquí mismo, donde pone "Nivel 1"; y buena suerte
- Lo de "Nivel 1" es parte del letrero del montacargas, pero entiendo lo que me quiere decir. Empezaré ahora mismo.
- Entonces, adiós.
Tenía la mano en el picaporte cuando escuché al hombre por última vez. Dije también adiós y cerré la puerta. Empecé a pensar. ¿Qué hacer? ¿Salir a buscar a una princesa metiéndome en mil aventuras sin saber qué me podría suceder? ¿Olvidarme de todo? ¿Renunciar sin más a un montón de monedas de oro? ¿Y aquella caja? ¿Debía tomarme la seta inmediatamente o esperar a que me aconteciera algún peligro? ¿Y por qué me elegían a mí? ¿Y quiénes eran ellos? Demasiadas preguntas. Estaba confuso, febril. Aquel asunto me venía grande, tal vez, y me estaba superando. Lo que parecía evidente era que yo solo no podría acometer aquello, así que decidí, no sin antes darle muchas vueltas a la cabeza, que le pediría ayuda a mi hermano.
Marqué su número y me lo cogió a la primera. Sabía que podría contar con él, siempre nos hemos entendido a la perfección y no hacía falta que perdiera mucho tiempo contándole los detalles, así que, con mi voz angustiada, solamente le dije, casi le grité:
- ¡Luigi, tienes que ayudarme!
Buenisisisísimo. Me he divertido mucho con su lectura
ResponderEliminarMuy bueno!!!
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