ENTRÓ EN MI CUARTO EL
COCHE DE GOOGLE MAPS
Entró en mi cuarto el coche de google maps.
Nada quedó oculto a su cámara.
Abrió cada cajón de la mesilla, cada puerta del armario.
Debajo de la cama descubrió unas llaves que creía perdidas
desde 2017.
Se movía con rapidez, supongo que otros cuartos le
esperaban.
Me tapé con la colcha para no verlo, pero también entró en
mi cama.
No dejaba de hacer fotos, empezó por los pies. Fue subiendo
poco a poco.
Era solo una máquina pero diría que disfrutaba de mi cara de
susto y de sorpresa.
Me guiñó un ojo, o tal vez me dio las luces largas.
Comenzó a desnudarme como el que sabe lo que hace.
Siguió tomando fotos, yo estaba totalmente bloqueado.
Me dejé hacer, no podía gritar, quería que todo terminara.
Tenía miedo de gritar, no quería que me hiciera daño.
Mientras su motor rugía de placer, era como una advertencia hacia
mí de su fuerza de decenas de caballos.
Sus ruedas recorrieron mis muslos, mi abdomen.
Yo sentía asco, el olor a monóxido de carbono me mareaba,
sentí náuseas y ganas de vomitar. Creo que en algún punto me desmayé, ya no
recuerdo nada más.
Desperté en mitad de la noche, las sábanas olían a
anticongelante, había una gran mancha de aceite sobre mi ropa interior,
permanecí allí en shock durante unos minutos, luego me encerré en el baño y me
vacié entre grandes arcadas.
No he salido de casa desde entonces.
Un amigo me dice que denuncie, yo no estoy seguro de que
sirva para nada, no quiero volver a pasar por todo aquello y que me culpen de
haberlo provocado.
Solo ahora he decidido escribir este relato, cuando he visto
las fotos de mi cuarto en internet, y lo peor: la primeras reseñas negativas de turistas.
Antonio Díez, 18 de septiembre 2019
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