Llamé a un amigo que tenía un amigo que trabajaba en la NASA, para que me diera su teléfono y le mandé un whatsapp. Le pregunté así, a bocajarro, si necesitaban gente.
>Hola, soy Antonio, un amigo de X. Necesitáis gente en la NASA
> Estoy sin currillo, ya sabes
> Depende
> Bueno, buscar voluntarios sí buscamos
> Pero gente, lo que se dice gente, no buscamos
> ¿Cómo? No entiendo
> Verás
> Animales, plantas, hormigas, perros, delfines
> Cosas así, seres inteligentes
> Es lo que buscamos
> Yo soy un ser inteligente
>No sé
> Bueno, mándame el currículum y veré si sale algo
> No
> No me entiendes
> Yo estoy desesperado, aceptaría lo que fuera
> Sin pensar
> ok
> ¿Nivel de inglés?
> Alto
> ok
> ¿Cuál sería tu límite?
> Ninguno
> Ya te he dicho que no tengo
> Tengo deudas
> Entonces
> ¿Cualquier cosa?
> Sí, tío
> ¿Desintegración de quarks, cata de estrellas de neutrones, paseos espaciales a pelo...?
> Sí, me vale
> Y... ¿Viajes en el tiempo?
> ¡Hostia!
> ¿También hacéis eso?
> Sí
> Bueno, es secreto
> ok
> Supongo que no pasa nada porque te lo comente por whatsapp, tú no se lo digas a nadie, ok?
> Vale
> Solo hay un problemilla
> Dime
> Pues que enviarlos de viaje por el tiempo eso lo hacemos, sin problema
> El caso es que no sabemos dónde van los desgraciados que mandamos por ahí
> Hay varias teorías
> Que aparecen en otra dimensión, que se desintegran en fotones y energía... y alguna otra que sería complicado de contar por aquí
> Pero bueno, ¿qué me dices?
> ¿Te interesa?
> ¿Cuánto pagáis?
> Diez euros la hora. A la semana te ganarías un pico.
> ok
> Cuenta conmigo entonces
> perfect
> Vente por aquí hoy mismo, a eso de las tres
Y allí me presenté. Aunque, para mi sorpresa, no era el único. En la cola de desesperados coincidí con dos exconcursantes de operación triunfo, un tránsfuga del PSOE y Jackson Martínez, el que fue delantero del Atlético de Madrid.
- Hola muchachos, ¿venís por lo del viaje en el tiempo?
- Sí, ¿y tú? - Me espetó la cantante pasada de moda.
- Pues sí, por lo visto sí... Bueno, la verdad es que formamos un buen grupo, seguro que lo vamos a pasar muy bien dondequiera que nos manden
- No, amigo, no has entendido. Solo uno de nosotros viajará, el resto nos iremos a casa a intentar seguir huyendo de nuestros caseros
- Vaya... ¿Y cómo van a elegir uno solamente?
- Verás - continuó Jackson - los viajes en el tiempo son cosa delicada. Sabrás que, según la teoría de la relatividad que recordarás de haberla estudiado en el instituto y que a mí me explicó a ratos libres cuando chupábamos banquillo un portero suplente del atleti con inclinaciones científicas, cuando se viaja a la velocidad de la luz lo que el viajero percibe como un corto periodo de tiempo son lustros para el resto de mortales que se quedan en el planeta, décadas incluso. Vamos, lo que viene siendo una paradoja espacio-temporal.
- Te veo muy puesto. Sí, todo eso lo sabía.
- Pues ahí voy, Que en el tiempo solo viajará uno: el que tenga mejor memoria y responda al enigma que hay en aquel sobre que nos han dejado ahí, sobre esa mesa y que no podemos abrir de momento.
- Ah, de acuerdo, muy bien... Bueno, pues voy a hablar con el encargado para preguntarle si podemos abrir ya el sobre, ahora vengo.
Pero en lugar de eso, cuando llegué a la sala de control, puse cara de circunstancias y expliqué que, debido a la presión insoportable de no poder abrir el sobre durante tanto rato, todos mis compañeros excepto yo habían decidido abandonar la misión.
El jefe de operaciones pareció un poco sorprendido al principio pero no dijo nada. Simplemente me dijo que pasara al cambiador donde tenían los trajes de astronauta y que entrara después al módulo interestelar del cohete que ya calentaba motores.
En menos que canta un gallo me lanzaron al hiperespacio sin más preámbulo. Después es difícil concretar lo que sucedió. Las luces pasaban a gran velocidad al otro lado de la ventanilla, como fuegos artificiales del futuro.
Cuando llegué a la tierra, el futuro alternativo que siempre había temido se hizo realidad. En un proceso de degeneración democrática evidente, una facción de tránsfugas socialdemócratas había primeramente tomado el poder y luego aupado a Jackson Martínez y su trouppe de amigos exfutbolistas al poder, que ejercían de forma tiránica. A mí me condenaron a muerte. De nada sirvió rogarles que me perdonaran, que todo había sido una broma, que lo olvidaran. Fue imposible, a fin de cuentas todo había empezado unos minutos antes.
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