lunes, 2 de enero de 2017

SENTÍ EL TEMBLOR DEL HUESO AL QUEBRARSE

No entiendo por qué la gente va a las bodas. Al menos hoy, que hay internet. Y menos todavía si son lejos de casa, con una kilometrada de por medio: ¿Para qué tanto avance tecnológico si al final tengo que recorrerme media España durante el único fin de semana que tengo libre en meses?

El fin de semana pasado se casó mi hermana, en Granada, con un granadino. Y nada, pues mal: madrugar, paliza de coche, otra cultura, otro idioma. Sentirse perdido. Yo creo que por eso bebí tanto y me acabé yendo de juerga con aquellos malditos primos del novio a la última discoteca abierta del Albaicín.

Fueron copas y copas, chupitos de tequila, rones con cocacola y yo qué sé qué más. Al día siguiente, cuando desperté, el dinosaurio -que era como llamaban al primo del novio, al más viejo- ya no estaba allí.

Intenté preguntar pero nadie parecía entenderme ni sabía indicarme a ciencia cierta cómo regresar a Fuenlabrada. Estaba solo y perdido a cientos de kilómetros de mi casa en un lugar hostil. Vagué durante varios días por aquellas calles, escondiéndome de las tribus urbanas y malviviendo con las enormes tapas que me daban en los bares cuando pedía un botellín. Finalmente, un día, cuando menos lo esperaba, hallé una salida, mi salvación. Estaba tranquilamente sentado en una terracita tomándome un flamenquín cuando en la pantalla de plasma que habían puesto para ver el partido de España en la Eurocopa apareció un anuncio en el cual el popular presentador de Canal Sur Juan Imedio retaba a los telespectadores a superarle en un reto a cambio de suculentos premios.

No perdí un segundo; saqué mi iphone del bolsillo y marqué el número:

- Dígame
- Llamo por lo del premio de la tele
- Perfecto. ¿Qué premio desearía?
- ¡Ah! ¿Puedo elegir?
- Por supuesto, aunque hay un tope de cien mil euros. Andalucía no puede por desgracia dedicar más dinero a la televisión pública autonómica, vivimos tiempos convulsos y de crisis en esta parte del mundo, no me tire de la lengua...
- Vale. Muy bien, pues yo querría... Un viaje a Fuenlabrada
- ¿Con todos los gastos pagados?
- No. Vivo allí y echo de menos mi familia, mis tradiciones, mi idiosincrasia... Solo sería el viaje de ida.
- De acuerdo

No hace falta decir que fui seleccionado y llevado en un lujoso taxi hasta los estudios centrales de Canal Sur, donde el glamour tiene su casa. En la entrada había fotos firmadas de María del Monte, Lolita, el Dúo Sacapuntas y otros representantes de la jet set andaluza.

Aún no sabía en qué consistía el reto exactamente cuando el propio Juan Imedio, sin más dilación, me condujo al centro de un fastuoso plató para después conectar en directo. Su amplio bigote comenzó a moverse y a lanzar palabras rizadas desde su boca:

- Señoras y señores, este pobre muchacho ha llegado desde Fuenlabrada y se atreve a retarme. Yo JAMÁS he perdido un reto y hoy no va a ser el primer día. QUE LA VIRGEN DE LA MACARENA TE PROTEJA, AMIGO...

Y se persignó. Justo entonces comenzó a sonar un tema de Rocío Jurado. Unos misteriosos mayordomos salidos de la nada entraron con bandejas y más bandejas plateadas. Entonces Juan anunció a voz en cuello, como poseído por el demonio:

- ¡QUE COMIENCE EL RETO DE A VER QUIÉN ES CAPAZ DE COMER MÁS ALITAS DE POLLO A LA PANTOJA!

Y se precipitó como alma que lleva el diablo sobre una de las bandejas. Devoraba alitas de pollo como un cíclope hambriento. Sentí el temblor del hueso al quebrarse la primera alita, así que sin perder más tiempo me lancé también yo a la faena.

Dos, tres, cuatro, cuarenta alitas: íbamos bastante igualados. A partir de la alita cien comenzó a tomarme algo de ventaja el muy. Cuando llegó a la ciento cincuenta yo llevaba unas quince menos que él y me hundí moralmente un poco, aunque no me rendí. Conseguí remontar ligeramente cuando nos aproximábamos a la alita trescientos, pero el tío era ciertamente imbatible: su bigote funcionaba como una especie de trapo adherente que filtraba la grasa, reduciendo por tanto la ingesta de calorías, con lo que su rendimiento neto estomacal mejoraba considerablemente.

Cuando superó las setecientas alitas decidí rendirme. No podía más. La música se detuvo, las luces parpadearon y una voz en off anunció que Juan Imedio había ganado una vez más. No pude contener las lágrimas, jamás volvería a Fuenlabrada, jamás volvería a ver la fuente de las escaleras o el punto negro de la m-506 a la altura de la piscina municipal. Estaba condenado a quedarme en Andalucía para siempre.

Sin embargo Juan, siempre compasivo, me dijo:

- Antonio, has sido un gran y digno rival
- Muchas gracias, Juan - Dije entre lágrimas
- Pero no llores muchacho, es por ello que queremos darte otra oportunidad
- ¿De verdad? ¡Ah, gracias, gracias...!
- ¡Que entre Celia Villalobos con el Candy Crush!

Comenzó a sonar un disco de Andy y Lucas.

1 comentario:

  1. Muy bueno compañero. Me he echado unas risas. No sé si será porque te he imaginado en Granada de juerga o comiendo pollo en plan salvaje. Por cierto cuidado a la vuelta en Despeñaderos. Un abrazo

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