Mucho me temo que vienen a rescatarme, así que levántate y
ponte la armadura ¡Y dame un beso, bicho, por si fuera ésta la hora de mi
partida! Anda, sal a defender tu guarida bajo este cielo azul pixelado que
tantas veces nos ha visto juntos... Sí, es él, ya se le ve a lo lejos dando
esos ridículos saltitos y lanzando fuego al aire al compás de su música
ratonera... Y sobre todo no te preocupes si al final lo logra y debo fingir que
le doy un beso: recuerda que, pase lo que pase, yo estaré aquí cuando comience
la siguiente partida.
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