there's no dark
not for me
only light when my baby is asleep
so i beg
beg you please
bring the breeze so my baby can sleep
mother night
not for me
bring the breeze for a baby like this
bring the breeze
beg you please
bring the breeze so my baby can sleep
give me harsh times
give me aches
give me a sharp one sting of a bee
break my peace place
stop my pace
give me another scar on my face
but i beg you
beg you please
mother night
not for me
bring the breeze
bring the breeze so my baby can sleep
Blog del profesor, traductor, escritor, personaje real y de ficción Antonio Díez
También he sido, que yo recuerde: socorrista, monitor de natación, repartidor de periódicos, cocinero, mozo de almacén, camarero, administrativo, telefonista, estudiante y parado...
jueves, 31 de julio de 2014
domingo, 27 de julio de 2014
GATO -IN MEMORIAM
tengo todavía en la muñeca
la cicatriz de un arañazo que me dio
el gato de mis padres
lleva muerto varios años
y eso es todo lo que queda de él
no dejó deudas ni herencias
no reposa en una tumba
no tiene obra publicada
no está en youtube ni tenía blog
cuando murió no existía facebook
ni twitter ni instagram
no tenía amigos
mucho menos seguidores
no escribió cartas
ningún planeta lleva su nombre
no tiene página de wikipedia
lo cierto es
que aparte de nuestra familia
nadie recuerda su nombre
y yo
hoy yo
quiero ser como él
como aquel gato
:
no quiero dejar nada
nada
morir y ya está
:
y que tan solo queden arañazos
cicatrices profundas
en las muñecas
de quienes se creyeron mis dueños
la cicatriz de un arañazo que me dio
el gato de mis padres
lleva muerto varios años
y eso es todo lo que queda de él
no dejó deudas ni herencias
no reposa en una tumba
no tiene obra publicada
no está en youtube ni tenía blog
cuando murió no existía facebook
ni twitter ni instagram
no tenía amigos
mucho menos seguidores
no escribió cartas
ningún planeta lleva su nombre
no tiene página de wikipedia
lo cierto es
que aparte de nuestra familia
nadie recuerda su nombre
y yo
hoy yo
quiero ser como él
como aquel gato
:
no quiero dejar nada
nada
morir y ya está
:
y que tan solo queden arañazos
cicatrices profundas
en las muñecas
de quienes se creyeron mis dueños
martes, 1 de julio de 2014
SUPERVIVIENTES
Desde luego ni yo ni nadie, creo, estábamos preparados para la guerra nuclear.
Algo -poco- había oído en las noticias, pero siempre desde lejos ya que mis compañeros de piso me odiaban por ser pobre, feo y desagradable, o eso decían a mis espaldas cuando pensaban que no les oía.
Cada noche se reunían para ver la televisión en grupo mientras yo me escondía en mi guarida, solo. Únicamente emergía de mi letargo por las noches, para comer en silencio las trozos de pizza resecos que los habitantes de aquel piso nauseabundo solían dejar sobre la mesa del comedor.
Así que la guerra me pilló por sorpresa.
Recuerdo estar debajo de la cama, medio dormido, esperando que todos se acostaran, cuando escuché la gran explosión que devastó la ciudad. Después, el ruido de los edificios derrumbándose, los llantos lejanos. Y después el silencio.
Cuando llegó la noche me atreví a salir de mi escondrijo. No se oía nada. La radioactividad era una cortina de lluvia ciega y sorda que caía en esos momentos sobre las ruinas y los cadáveres. ¿Sería yo el único superviviente? Traté de gritar, de pedir ayuda. Vagué entre los cascotes. Pasaron las horas. Amaneció.
De repente algo, entre unos trapos, pareció moverse. No, no estaba solo. Alguien como yo había sobrevivido. Me acerqué. Sí. Nos acercamos. ¡Sí! Nos frotamos mutuamente las antenas y nuestros cuerpos negros cubiertos de polvo se estremecieron. ¡Sobrevivimos! ¡Habíamos sobrevivido!
El mundo, por fin, era nuestro...
Algo -poco- había oído en las noticias, pero siempre desde lejos ya que mis compañeros de piso me odiaban por ser pobre, feo y desagradable, o eso decían a mis espaldas cuando pensaban que no les oía.
Cada noche se reunían para ver la televisión en grupo mientras yo me escondía en mi guarida, solo. Únicamente emergía de mi letargo por las noches, para comer en silencio las trozos de pizza resecos que los habitantes de aquel piso nauseabundo solían dejar sobre la mesa del comedor.
Así que la guerra me pilló por sorpresa.
Recuerdo estar debajo de la cama, medio dormido, esperando que todos se acostaran, cuando escuché la gran explosión que devastó la ciudad. Después, el ruido de los edificios derrumbándose, los llantos lejanos. Y después el silencio.
Cuando llegó la noche me atreví a salir de mi escondrijo. No se oía nada. La radioactividad era una cortina de lluvia ciega y sorda que caía en esos momentos sobre las ruinas y los cadáveres. ¿Sería yo el único superviviente? Traté de gritar, de pedir ayuda. Vagué entre los cascotes. Pasaron las horas. Amaneció.
De repente algo, entre unos trapos, pareció moverse. No, no estaba solo. Alguien como yo había sobrevivido. Me acerqué. Sí. Nos acercamos. ¡Sí! Nos frotamos mutuamente las antenas y nuestros cuerpos negros cubiertos de polvo se estremecieron. ¡Sobrevivimos! ¡Habíamos sobrevivido!
El mundo, por fin, era nuestro...
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