lunes, 13 de febrero de 2012

AL PRINCIPIO NO QUERÍA ESTAR ALLÍ

- Hola, buenos días... ¿Antonio? porque Antonio te llamas, ¿no? ¿es tu primer día?
- Sí
- ¿Tienes experiencia?
- Algo. No mucho.
- Entonces tienes muuucho que aprender... -y reconozco que, entonces, aquella triple u me dio miedo- Lo principal: la puntualidad y la seriedad. ¿Eres serio?
- Sí -mentí- Y puntual. he vivido en Inglaterra...
- ¿Inglaterra? ¿En qué parte?
- En Manchester
- Uf... Manchester... Manchester no es Londres precisamente... Mira, muchos de nuestros proveedores y clientes son de Londres. No les digas que eres de Manchester, ¿vale?
- No soy de Manchester, soy de Fuenlabrada. Viví en Manchester un tiempo.
- ¿Fuenlabrada? Peor, peor... No les digas de dónde eres, ¿de acuerdo?
- ¿Y si me preguntan?
- Diles cualqueir cosa... De Londres. Diles de Londres. ¿Sabes imitar el acento londinense?
- No
- Pues di que te viniste a España de pequeño
- ¿Cuándo de pequeño?
- De muy pequeño
- Vale
- Y ahora acompáñame...

Me condujo por un pasillo larguísimo. Nos cruzábamos con gente estrafalaria y extrañísima. Él saludaba a todo el mundo con frases del tipo de "Hola, mi amorrrrr", "Chao, chaooo", o "¡Te veo el viernes, princesa!", todas con acento impostado y cantarín. Finalmente llegamos a un cuchitril ruinoso lleno de polvo, papeles y fotografías en blanco y negro.

- Esta será tu oficina, ¿de acuerdo, cariño? La compartirás con Estéfano, Héctor y Danilo
- ¿Con quiénes?
- Fotógrafos. Son maravillosos, de verdad. Seguro que congeniáis... Eso sí: nunca toques las armas de Danilo, ¿entendido? Le pone supernervioso... Y a Héctor: nunca le menciones Manchester, él ya te contará... Porque tú... ¿cómo te llamabas?
- Antonio
- Eso Antonio... Te decía que tú... tú eras de Manchester me habías dicho, ¿no?
- Sí, pero no pasa nada, ¡si ya ni me acuerdo!... Le diré que soy de Londres.
- Perfecto
- ¿Tienes un euro?
- ¿Qué?
- Que si tienes un euro. Para un café. Es que si no me tomo un café, muero. Llevo despierto desde las nueve de la mañana. ¡O más!

Se lo di. Porque se marchara, más que nada. Era mi primer día de trabajo y ya me temía lo peor, que era no cuadrar allí, ni con aquella gente, ni con aquel ambiente. Ni con nada de nada, ¡qué coño! Al principio no quería estar allí, lo reconozco, pero debía pasta a mucha gente: a mi ex mujer para empezar, a los del grupo que me llevaban pagando el local de ensayo ni se sabe desde cuándo, a mi abogado, a mi psiquiatra... A todo el mundo. Además de que aquella oferta era difícil de rechazar, y si la revista Play&Boy necesitaba un fotógrafo de desnudos, ¿quién era yo para negarme? Aquella revista me había formado como persona, como profesional de la fotografía e incluso como subsecretario de urbanismo del ayuntamiento de Manchester durante dos legislaturas. Y aparte, que seguro que me lo iba a pasar bien allí. Soy observador y ya me había aprendido bien las cuatro reglas: no tocaría las pistolas de Danilo y jamás, jamás, mencionaría que soy o que estuve o que alguna vez oí hablar de Manchester. Para mí empezaba una nueva vida...

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